He hablado pocas veces sobre esto
y no me había atrevido nunca a escribirlo. No he contado mucho pero cargo con
un desamor a cuestas. Un desamor doloroso y secreto; fruto de un amor que no
existe más y que quizá solo yo pienso que existió. Un amor que nadie acabo
porque nadie empezó, se fue formando por sí mismo hasta que ya no se pudo
llamar de otra forma y le llamé de amor.
Un amor que tal vez sigue ahí.
He tratado de olvidarlo y no
puedo. Intento no recordar su nombre, su aroma, su acento, el tono de su voz,
de sus ronquidos o el camino a su casa y no puedo. Sigue ahí. No lo olvido.
No olvido y no lo olvidaré. Creo que los recuerdos se irán desvaneciendo,
se irán haciendo chiquitos y se irán escondiendo en lo más profundo de mi
memoria. Tal vez un día cuando algo me lo recuerde o encuentre alguna carta
suya me regresen todos los recuerdos y entonces me duela recordarlo, lloraré
con tantas ganas y con tanta rabia que otra vez me duela no poder olvidarlo.
A veces pienso que si nunca le
olvido sea mejor que si lo hago, la mayoría de las veces no quiero olvidarlo. Quiero
que se quede aquí conmigo, en lo que soy hoy, en las partes de el que hay en
mí, en los dolores que me causan sus recuerdos, en la nostalgia que me genera
su nombre, el mío.
Una vez me enamore de un hombre con pecas en
la espalda, creo que nunca podre enamorarme de nuevo.
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