miércoles, 12 de octubre de 2011

Una estrella



Anoche, pase miles y miles de minutos intentando bajarte una estrella. Hice de todo, y nada me funcionó.
Fui hasta la parte de atrás de mi apartamento a buscar un ancla y una cuerda, la cuerda más larga que pudiera encontrar. Vine hasta mi ventana y la lancé con toda la fuerza que tengo y por más que intenté no llego hasta la estrella. Luego, intenté gritarle para ver si me escuchaba y la convencía de que bajara del firmamento y por más que gasté mi voz no me hizo caso. Luego le conté chistes a ver si así me ganaba su confianza, tuve que buscar en una página de internet porque solo me sé tres chistes y además tú dices que son muy malos, pero ni con el mejor humor logré bajarte la estrella.
 Y si te preguntas porqué una estrella, pues porque antes de ti yo pensaba que las estrellas eran las cosas más bonitas que había en el mundo, siempre alumbrando, siempre tan distantes, tan interesantes, tan ellas tan dueñas de sí. Pero ahora que llegaste tú y que te miro con ojos de amor, pienso que tú eres lo más hermoso que tiene el mundo. Y no me digas que no lo eres, no intentes ni por un segundo negarlo, porque deberías verte con mis ojos y darte cuenta como iluminas entre la gente. Hace falta que te pongas mis ojos para que te des cuenta de todo lo que eres. Date cuenta.
Desistí entonces de bajarte la estrella,  pero entonces tuve otro problema, tenía que pensar en una cosa igual de bonita. Tú te mereces las cosas más bellas y no podía regalarte cualquier cosa.
Miré y miré desde mi ventana la estrella y le pregunté qué otra cosa podía regalarte y tampoco me respondía, le grité muchas veces y nada, no me decía ninguna cosa. Cada vez miraba menos a la estrella y me preocupaba más por pensar que te iba a regalar. Comprendí entonces que aunque la estrella es muy linda, de nada le sirve. Siempre está allá en el firmamento, tan quieta, tan sola, no tiene nadie que la acompañe a excepción de sus otras amigas las demás estrellas; pero de seguro sino me respondía a mí, mucho menos se iban a hablar entre ellas; y también está la Luna, pero la luna no cuenta porque todas las noches alguien se la reserva para dedicarla. ¿De qué le sirve a la estrella ser tan bella si está tan sola…? Pensé yo.
Comencé a buscar entre las mil cosas que tengo en mi habitación a ver si encontraba algo para regalarte y por más que revolqué entre mis escaparates, cajones y cajas, no encontré nada tan lindo como para ser digno de regalártelo. Era ya tarde en la noche y empezaba a preocuparme, ¿qué cosa podía tener el valor suficiente para que pudiera dártela a ti?
Se me ocurrieron muchas cosas. Alguna vez me dijiste que mis ojos son lindos, entonces quise ponerlos en cristal y dártelos. Pero luego no podría verte y enamorarme más de ti, al igual que es una idea estúpida. Pensé en meterte la alegría que me das desde que llegaste a mi vida, pero ni en la caja más grande podría meter tanta dicha, además mi felicidad eres tú y no puedo regalarte algo que tu eres. También se me vino la idea de regalarte los suspiros que me produces, pero son invisibles, no los ibas a ver y pues tampoco sé a dónde van los suspiros como para ir a buscarlos a todos.
Era aún más tarde en la noche y me ponía cada vez más triste y preocupado, no iba poder tenerte un regalo tan lindo como tú, y tú siempre me tienes algo que me saca una sonrisa.
Salí otra vez al balcón a preguntarme qué es lo más bonito que tengo yo, y la respuesta era obvia, lo más bonito que tengo yo eres tú, pero no te puedo regalar un tu a ti. Entonces venía la parte difícil, ¿Qué tenía yo que pudiera regalarte a ti?
Comprendí entonces que soy todo lo que tengo y sin embargo te lo doy, y me di cuenta que encontré algo que puedo regalarte, y eso es lo que traigo hoy.
Te regalo la llave de mi corazón, el que late, el que respira, el que me da la vida y que ahora es más tuyo que mío. No será tan bonito como una estrella, ni tan grande como el firmamento. Pero es mío y ahora te invito a vivir ahí. Pero hay una condición; tienes que quedarte conmigo para siempre, por el resto de nuestros días. Con el tiempo, entenderás el motivo de mi regalo; te darás cuenta que no soy yo quien te necesita sino mi corazón para latir cada día. 

Si me piden ponerle un nombre, le pongo el tuyo.
Si me piden darle un color, le doy el de tus ojos.
Si me piden un significado, es amor.